jueves, 27 de mayo de 2010

UN DÍA EN EL CAFÉ DE PORFIRIO

Era un viernes en la noche cuando después de mucho pensar decidimos ir a disfrutar de una excelente obra al teatro Porfirio Barba Jacob.

Al entrar nos topamos con una magnifico lugar, era algo bohemio y agradable, perfecto para sentarnos a hablar de todo lo que nos estaba pasando, pero en ese momento sólo pensé en ir a ver la obra y a la salida invitarlo a tomar en aquél café.

-¿Te gusto la obra?- fue lo único que preguntó cuando salimos, le respondí que sí y aproveche para proponerle que nos quedaramos un rato escuchando un poco de rock y solucionando el inconveniente que no me dejaba seguir como normalmente lo hacía.

Nos sentamos en la barra y pedimos un trago, al comienzo el ambiente estaba un poco tenso, entonces le hable un poco de los grandes personajes que habíamos acabado de ver, sobre el castillo gótico como cualquiera de la época medieval, y lo fantástico que se veían las escenas cuando los mismos personajes iluminaban el lugar con las antorchas y candilejas que llevaban en sus manos. A medida que fue pasando el tiempo, cogimos más confianza y la conversación se desató como debía ser; claro que el lugar también influyó mucho en el momento, no sólo la atención que nos dieron sino también lo tranquilos y relajados que nos sentimos allí.

De repente miramos bien el lugar y las personas que había a nuestro alrededor y nos dimos cuenta de que estaban en una celebración, entonces decidí ir a mirar y encontré algo diferente, estaban promocionando el lanzamiento de un libro, se veía muy interesante. Volví al lugar donde nos encontrabamos y conté aquel acontecimiento, él muy emocionado, fue a mirar de qué se trataba y al regresar me dijo: "venir a este sitio ha sido lo más maravilloso, fue una buena elección".

Finalmente, arreglamos todas las diferencias que estaban acabando con una bonita amistad, y salimos del teatro pero no porque quisiéramos, sino porque ya era demasiado tarde y debíamos volver a casa.

Desde ese día, María y Francisco van por lo menos dos veces a la semana a pasar un rato y descansar en el café de Porfirio después de una larga jornada de trabajo.

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